sábado, 6 de septiembre de 2008

Debajo de la Cama

La sangre escarlata bañaba los pisos y salpicaba las paredes, y el horripilante móunstro desgarraba la carne viva de su víctima con sus fauces depredadoras. Humbertico veía la criatura moverse ágilmente con veloz acecho y los gritos de sus victimas retumbaban en el aire como un clamor salido de los infiernos que le recorrían la espalda en una corriente fría. La mujer no logró huir de su letal asesino y Humbertico veía con atención su desastroso final.
– És hora de dormir- dijo su padre cariñosamente.
– No, papá, por favor- suplicó el niño -déjame verla un rato más.
– Nada de eso- negó el padre con firmeza- vamos, a acostarse, que necesita pararse temprano por la mañana.
– Anda, vale- volvió a pedir el chico.
– No- negó nuevamente el padre.
– Entonces déjame quedarme contigo- rogó el chico.
– No señor, usted ya tiene que aprender a dormir solo y ya tiene su cuarto y su cama. Además nadie te manda a ponerte a ver estas películas. Vamos a dormir.
Llevó al chico a su cuarto, lo acostó, le dió la bendición y apagó la luz cortándose así la realidad del cuarto. Humbertico se quedó solo, en silencio, mirando las sólidas siluetas que se dibujaban en medio de la oscuridad de la habitación. El vacío inundaba el cuarto como un universo negro y terrible. Humbertico no hablaba, ni murmuraba, pero podía escuchar claramente como el sonido de su respiración cruzaba el silencio helado del cuarto, mientras figuras horripilantes y ficticias volaban en el vacío, apareciendo y desapareciendo en el momento de cerrar y abrir sus ojos.

Él lo sabía, lo intuía. Había algo en aquella habitación que siempre había sido solo suya; algo mas habitaba en el vacío oscuro de su cuarto; recordaba por momentos las repulsivas imágenes de la película, existía algo que no podía ver pero podía sentir en el suspenso fríamente callado, y que hacía latir su corazón mas aprisa. Algo estaba allí y latía en medio de la oscuridad.

Humbertico luchaba contra su imaginación. Se resistía a la idea de que algo en su entorno estaba como un intruso, algo que no era familiar, algo que se resistía a ser ignorado, algo vivo, algo que esperaba el momento preciso para actuar y sorprenderlo cuando estuviese descuidado; tal vez esperando que se quedase dormido.

El pequeño deseaba huir. El suspenso cada vez más etéreo se instalaba dentro de él y se alimentaba del silencio. Algo latía en medio de la oscuridad y no era su corazón, que ya de por sí latía muy fuerte. Habían pasado tal vez varias horas desde que se apagaron las luces; el sueño se iba acumulando en sus párpados. El cansancio luchaba contra su vigilia, y estaba venciendo. No quería dormir, no debía dormir, debía estar alerta; lo que allí se encontraba podía ser terrible, algo real que reptaba en silencio en la oscuridad, y estaba conciente de que él estaba ahí. No debía desfallecer, no debía dormir...

Hubo un ruido debajo de la cama. Humbertico despertó de su dormitar breve y la oscuridad se hizo más densa; Rápidamente se puso alerta, el ruido había sido real, pero nuevamente sus párpados se pusieron pesados y no pudo pelear mas, se durmió.

De repente cayó acostado contra el suelo dándole la espalda a la cama. El golpe logró que en un instante, mágicamente, se retirase el sueño, pero no su pesadilla; nuevamente la infinitud del vacío del cuarto se volcó sobre él, y le hizo recordar el tenebroso misterio que se ocultaba allí. Sintió miedo, y se quedó allí, en silencio, observando.

Hubo otro sonido, mas claro que el anterior, precisamente detrás de él, justamente debajo de la cama a la que estaba dando la espalda; Era como un crujir seco, y Humbertico sintió dentro de sí como su corazón se detuvo por un instante y comenzó a latir mas fuertemente pero con mas lentitud; Pensó en llamar a su padre, pero quizás se reiría de él. Entonces sacó la conclusión, si había algo allí, debajo de la cama tenia que enfrentarlo, quizás fuese una tontería, quizás un ratoncito o una cucaracha, quizás no, pero debía enfrentarlo. Con los ojos cerrados comenzó a darse la vuelta en el suelo. Iba a darle la cara al ruido que tanto le hacia temer. Abrió los ojos lentamente, y quedo petrificado...

Allí, en medio de la densa negrura, dos círculos brillantes, grandes y rojizos le observaban. Quería gritar, pero un terror incalculable se le acumuló en la garganta como un nudo traidor que le asfixiaba. No podía pensar, ni moverse, apenas respiraba ahogado por el miedo; entonces sintió como aquellos ojos del infierno se acercaron con interés; una respiración caliente, muy diferente a la suya le bañó su pequeño rostro sudado. La cama tembló, y el destello de unos dientes caninos y amarillentos iluminaron un pequeño instante su habitación...

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